Pyrénées-Atlantiques - Le territoire

Un poco de historia

Espagnol

El 12 de enero de 1790, la Asamblea Nacional crea el Departamento de los Bajos Pirineos, que agrupaba a Bearne, las tres provincias francesas de lengua vasca (Labort, la Baja Navarra y Sola), así como las tierras gasconas de Bayona y Bidache. En 1969, el departamento adopta un nombre más adecuado: Pirineos Atlánticos.

VASCOS Y BEARNESES: LA HISTORIA DE SUS DIFERENCIAS

Las grutas de Isturitz presentan rastros de una cultura homogénea que, desde el neolítico, ha jalonado un espacio que iba de Lascaux a Altamira (España), lo que es el marco de la actual Aquitania.

Gascones, vascos y bearneses podrían haber sido un solo pueblo. Pero los acontecimientos de la historia, sumados a las limitaciones geográficas, han quebrado esta primitiva unidad.

Es probable que en lo que acabó convirtiéndose un territorio común, el departamento, ya se hablara una misma lengua pre indoeuropea.

Los romanos acabaron con este equilibrio. La romanización permitió que en las dos vertientes de los Pirineos perviviera el euskera (el habla vasca), lo que separó claramente esta zona del entorno hispano-occidental sometido a las influencias latinas. A partir de entonces, de una rama común se desarrollan la cultura vasca y bearnesa por separado.

Las diversas invasiones que se producen tras la Pax Romana refuerzan estas diferencias y dan a la región una historia enmarañada entre la Edad Media y el Renacimiento. Tras la unidad de la Vasconia o Gascuña que se produce con el desmoronamiento del imperio romano, le sigue una dispersión general de los territorios.

El vizcondado de Bearne, creado en el siglo XI en la diminuta Vic-Bilh, crece mediante alianzas y se convierte, igual que Aragón, en un estado independiente, hasta el edicto de Unión al Reino de Francia que promulgó Luis XIII en 1616.

Sin embargo, el País Vasco y Bearne conservan sus características hasta la revolución. Son «países de estado» y conservan su parlamento (Parlamento de Navarra), sus privilegios lingüísticos y sus tradiciones jurídicas (los fueros).

La Revolución de 1789 los obliga a renunciar a estas prerrogativas.

A partir de ese momento, el idioma se convierte en una bandera de la reafirmación identitaria. La batalla se intensifica aún más porque aquí las dificultades son dobles, como ya hemos visto.

VASCOS Y BEARNESES: LA HISTORIA DE SUS SEMEJANZAS

Sin embargo, esta diferencia no debe ocultar los rasgos comunes que unen las dos comunidades. Muy marcados por un agropastoralismo dominante durante mucho tiempo, las culturas vasca y bearnesa están impregnadas de un espíritu de independencia que se refleja en el número y la variedad de los fueros.

Las similitudes entre los dos pueblos también se deben a sus formas muy profundas de aprehender la vida cotidiana: los derechos de sucesión específicos que no marginaban a las mujeres, la relativa equidad entre los sexos y la tradición de emigración, vinculada en parte a la forma de transmisión del patrimonio (derecho de primogenitura) están relacionados con las dos culturas y, en consecuencia, muy vinculados a los valores tradicionales.

La Revolución de 1789 y la creación de los departamentos están relacionadas con una voluntad de construir y de apuntalar la unidad nacional basándose en la reducción de las particularidades locales.

Los dialectos ancestrales se reducen en pro del idioma nacional, pero los vascos y bearneses rechazan esta homogeneización y siguen resistiéndose, todavía hoy, a la desaparición de sus lenguas.

De hecho, se siguen enseñando en los colegios a los alumnos que lo soliciten (ikastolas y calandretas).

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